miércoles, 16 de octubre de 2013

Los ojos sonríen tristes.¡Pi, pi, pi...Feliz!

Me fijé en aquella foto que me miraba desde el otro lado de la pantalla de mi ordenador. No era distinta a cualquier otra. Una foto de familia.
Me detuve por un instante, me fijé en aquellos ojos, sonrientes. Los párpados caídos por el peso de los años. ¿O no eran los años?
Aquello me hizo interesarme en aquél personaje, que me miraba sin él saberlo.
A pesar de que sonreía, su mirada era triste. Reflejaba la tristeza de lo que, seguramente, quiso ser y no fue. De la añoranza por el último tren perdido. La desesperación de ver las ilusiones truncadas.
Sonreía, si. Para engañarse a él mismo. Para engañar a todos.
Él se retrataba triunfante, no por él mismo. Triunfantes otros, su familia, sus amigos. O de eso quería convencerse, mentirse, engañarse. Por eso sonreía con los párpados y las cejas caídas. Las mejillas avejentadas, con barba medio cana, descuidada.
La boca reflejaba, en un rictus forzado, muchas copas bebidas en aras de la felicidad ficticia, la felicidad ajena, guardando para si aquél grito que luchaba por salir de sus labios. Aquél canto de libertad que convertido en susurro se decía, a si mismo, en la soledad de la noche. Cuando nadie le veía, cuando nadie le oía.
Jugué con aquella foto. Afeité su barba canosa, dulcifiqué su sonrisa ablandando los labios para que, al entreabrirlos y mostrar en algo su dentadura, no fueran un rictus. No pude retocar sus ojos...Los párpados, persistentes, seguían sobre sus ojos. Le puse unas gafas oscuras, al fin y al cabo, su mirada era oscura. Disimulé, como pude aquella tristeza honda, aquél mirarme desde una foto de Internet.
No quise jugar más, hasta me pareció impúdico jugar a cambiar una imagen, una vida y sus vivencias que, aunque tristes y desesperanzadoras, eran suyas.
Preferí pensar que, aunque hoy tristes, un día quizás lejano, aquella sonrisa fuera sincera, aquél grito que murmura entre dientes y a solas, lo gritara a los cuatro vientos. Sobre todo al viento del sur, que es el más acogedor y cálido. Imaginé sus ojos, sin el paraguas de sus párpados. Libre para reír, libres para llorar, Libres.
Cerré aquella página de Internet y, sin saber por qué, silbé. ¡Pi, pi, pi...Feliz! Pi, pi, pi...Triste.


2 comentarios:

  1. Mientras sonrían tus ojos, Missi; que se caiga el mundo. Sigue escribiendo.

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  2. Muchas gracias, amigo anónimo. Seguiré escribiendo.

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